foto de Raúl Sánchez Potinaider
Hoy
hace un día primaveral, hermoso, me encantan estos primeros días
templados de febrero.
Hoy
iba a empezar colgando la foto, la primera de las fotos que hice con
GENTE CON MI BUSETTO VIENÉS pero, pero he decidido posponerlo a otro
día, posiblemente el próximo mes, en marzo mostraré y contaré
como fue el inicio de esta cosa y quién fue el detonante de ello y
es que antes de empezar a poner los compañeros de mi Busetto
acompañando a mi Busetto creo que estaría bien contar como el
extravagante contrabajo fue a parar a mis manos, vamos, que voy a
poner una foto mía, en realidad por la importancia que tuvo Belén
(mi amor) en el tema debería poner una foto de ella con él, pero es
que no tengo ninguna y el Busetto no está en estos momentos conmigo. Voy a exponer dicho relato.
Era
un caluroso día veraniego, había quedado con el excelente luthier y
contrabajista Manolo Germán (excelente en sus tres facetas
expuestas, la de Manolo es la de persona, la tercera faceta nombrada
en la frase), teníamos un trato preconcebido, le iba a cambiar un
contrabajo alemán que tenía por otro de otro lado, él (el Manolo)
me tenía preparado y ajustado un instrumento en su taller para dicho
intercambio. Llegamos Belén y yo a Cardona y después de un
magnífico café y comprar la navaja típica cardonesa nos dirigimos
al taller, agradecimos la temperatura que guarda el lugar, casa
antigua de muros muy anchos, pasé directamente a probar el que debía
de ser mi nuevo instrumento, pero ya que estaba allí no podía irme
sin probar las reliquias que atesora Manolo, en la sala de los
contrabajos empecé a probar uno tras otro, sobre todo esos que sé que
posiblemente nunca pueda atesorar, ahí estaba dale que te pego
cuando Belén de repente comentó señalando uno que estaba tumbado en
el suelo ¿Y este? Amor a primera vista, yo ni me había fijado en él
y eso que me estorbaba todo el rato cuando quería ir cambiando de
contrabajo para degustarlos, cuestión, que alcé el solitario
contrabajo y lo toqué, mi cara se alegro, no tenía super-sonido
(nunca nadie lo había tocado y aún era un instrumento triste y
abandonado) pero era simpático y hermoso, miré a Belén y a ella
también le gustó, en resumen, para no alargar, después de unas
cuantas palabras y billetes más el Busetto estaba cargado en la
Picaso camino a Zaragoza. Fin de la cita.
No hay comentarios:
Publicar un comentario