martes, 24 de septiembre de 2019

GIGANTE


El imán que tiene el Busetto es, en la mayoría de ocasiones, un placer para mí. Hace él (el imán que tiene el Busetto) que se le acerque gente, personas que se olvidan de sus vergüenzas y me piden que se lo deje y si el tiempo me da, nunca tengo problema en charlar con ellas sobre él u otras cosas y cederlo por unos segundos; la mayoría de la gente intenta tocarlo, otras simplemente posan con él para ser fotografiadas, también las hay que se abrazan un ratito a él o besan su dura madera, incluso lo lamen cuando creen que no estoy mirando, esas son las conductas más comunes. Un día cuando ya estaba apunto de enfundar el bello Busetto, apartado del evento ya acabado, en un lugar oscuro alejado de las miradas festivas, vi como una silueta se acercaba a mí, era de tamaño desproporcionado, claramente era un gigante, en pocos segundos se hizo con el instrumento y se puso a tocar una música incomprensible, notas que me aterrorizaron, no sólo eran las notas lo que me daba miedo, también era la visión de aquellos dedos del tamaño de butifarras de Perol de Vic haciendo vibrar de forma iracunda las Pirastro Eudoxa, sentí que esas cuerdas estaban dando lo último y no sólo eso, mi pavor aumento cuando me apercibí del diámetro de sus manos, me estremecí al ver aquellas zarpas del tamaño de hogazas de cinco kilos sobre el diminuto instrumento (diminuto comparado con el titán), sentí que iba a reducirlo a puro serrín. También temí por mi vida.
La verdad es que la imaginación compartida con el miedo que provoca la oscuridad y sus sombras pueden hacerte ver cosas monstruosas donde sólo hay amabilidad, eso sí, en este caso era amabilidad acompañada de la voz de Guillermo Sarabia y la silueta de Shaquille O’Neal. Este señor es en realidad muy grande, pero muy amable, seguro que me pidió el Busetto con plena cortesía y se lo dejé, pero yo estaba tan intimidado rodeado de aquella negrura que no recuerdo nada de lo real, sólo tengo presente mi grosera fantasía de terror. Pasó un tiempo indeterminado cuando de repente volví en mí, me di cuenta que en realidad estaba (el gigante) tocando el instrumento a base de sutiles roces, el escaso sonido que sacaba a las cuatro cuerdas me devolvió a la moderación, a mi realidad y de paso me devolvió el contrabajo y nos tomamos una cerveza con limón y compartimos un trozo de pizza mientras me contaba su experiencia con...


Seguro que me saludó y se presentó durante mi arrebato de pánico, pero, no recuerdo nada de aquel momento y después me dio vergüenza preguntarle su nombre, por eso esta foto no lleva nombre de pila ni apellido.

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